lunes, 14 de marzo de 2011

6. The father of forensics




Cómo me ha costado acabarme este libro. Mare, mare...

Y la cosa es, 1, que no está mal y 2, que tampoco es que tenga muchas páginas, pero oyes, que no avanzaba y no avanzaba.

Es uno de esos tomos que tenía en barbecho desde hace tiempo, vaya, que me lo traje de Pennsylvania hace dos añitos y lo miraba con ojos de quiero y no quiero, porque en mi vena forense total (es lo que tiene irte allí a hacer ese tipo de cursos) cuando te tropiezas con dos libros que uno es el del padre de las nuevas ciencias forenses y otro el de los pioneros en la escuela americana en hacer trabajos modernos, pues los compras. De cabeza.

Y empecé por el segundo, el malhadado Bodies we have buried, que no me gustó nada, de nada, de nada. Como el prólogo de éste lo hacían los mismos autores, le cogí ojeriza directa, así que el señor Spilsbury ha estado esperando pacientemente (sentado en una silla, como en la foto de la portada) a que llegara su turno.

Y le llegó porque empleo el famoso sistema de turno de lectura denominado "empieza a leer los libros de tu balda de izquierda a derecha" y como era más alto que la mayoría de sus amiguitos, le llegó la vez pronto.

Me ha gustado bastante en términos relativos. Es decir, está genial porque te narra los casos más punteros de principios de siglo pasado en Inglaterra, que son como un capítulo de CSI pero en rústico y cómo éste señor empezó muy joven a interesarse por el sistema, entorno y ambientes que rodeaban a la realización del crimen.

Abrió mentes, abrió puertas y cambió la metodología de investigación de la policía tradicional. Todo eso fueron puntos a su favor. Pero a la vez era un sieso, que sólo vivía para su trabajo, que se relacionaba mal y poco con la gente y que no se molestó en transmitir su saber ni su buen hacer a las nuevas generaciones. He ahí mi crítica no velada hacia su persona.

Mi crítica también abierta al autor, es que se pasa de admirador, es un fans en plural. Y cuando eres fan, no eres objetivo (véase el caso de Antonio Lobato y Fernando Alonso). Mr Spilsbury estaba bastante acostumbradito a esperar que su opinión fuera a misa; y durante muchos años realmente fue así; pero llegó un momento en el que no fue el único en dominar la materia. Sus opiniones se empezaron a cuestionar y las dudas, que anteriormente eran tapadas (con él el "in dubio pro reo" era prácticamente inexistente) empiezan a afluir. Y no se lo toma nada bien. Pues el autor le defiende a capa y espada y no es así siempre. Vale que sea el prota, pero la gente pasa momentos buenos y malos y tiene opiniones equivocadas por muy experto que seas.

Total, que se me ha hecho un poco largo y además había ciertos términos científicos muy específicos que se me han hecho duros de roer.

Pero, si te gusta CSI (como a mi), las novelas de Conan Doyle y Christie (como a mi) y tienes un cierto interés en el tema, el libro es bastante ilustrativo. Y no es una novela. O sea que sigo cumpliendo mi objetivo. No voy mal, no voy mal...

Nota: 6/10

¡Ah! Y el marcapáginas, que en esta ocasión le viene al pelo: una pequeña etiqueta de alguna prenda de ropa de mi añorado Mercyhurst College, ese lugar donde hice mis cursos de Forensic Archaeology.

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