viernes, 25 de marzo de 2011

9. El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas



EL FIN DEL MUNDO Y UN DESPIADADO PAÍS DE LAS MARAVILLAS. HARUKI MURAKAMI

Nunca tengo muy claro cómo comentar a Murakami, no sé si me pasa a mí sólo o si es un fenómeno universal.

Empezaremos por decir que su extraño título con sus múltiples referencias me pareció bastante atractivo. Y cómo no, el súper loado autor. Aunque no tenía yo una fe ciega, porque no olvidemos que cuando leí el A Wild Sheep Chase me pareció que se había fumado unos cuantos porros y yo no había pillado mucho la idea.
Así que un tanto escépticamente, me lancé a la historia. Pero acerté. Está muy bien escrito (por primera vez en mi vida me he planteado lo difícil que tiene que ser traducir del japonés al español. Mejor dicho, tener el suficiente nivelazo en japonés como para poder transmitir todos los matices en español. Y eso teniendo la traductora un nombre tan de aquí tanto en su primer como en su segundo apellido), decía que está muy bien escrito y que engancha muchísimo.
Partimos de dos historias divergentes que, cómo no, tarde o temprano empiezan a converger.
En la primera tenemos a un protagonista japonés, que tiene un extraño oficio mezcla de informático y calculador, que recibe un encargo para hacer un complejo proceso de shuffling. Lo que parece ser un trabajo anodino y aséptico, se transforma en un paseo por el inframundo de Tokio, por los canales subterráneos y las cascadas que corren bajo los edificios de la ciudad. El contratante es un eminente (y rarungo) científico que sabe casi de todo, su nieta, gorda y sempiternamente vestida de rosa. Unas extrañas criaturas abisales, los tinieblos, intentarán que el plan salga mal, junto con otros agentes de oscuras actuaciones. La otra historia se centra en una ciudad, rodeada por una infranqueable muralla, cuya puerta está vigilada por una suerte de carnicero/leñador, que se encarga de abrirla todos los días para que pasten unos unicornios que sólo viven en ese sitio. El protagonista cruza la puerta y ha de dejar a su sombra al otro lado. Su misión es la de leer los recuerdos que se agolpan en los cráneos de los unicornios muertos, que se almacenan en una biblioteca de la ciudad. Es una ciudad ideal, en la que no hay ni sufrimiento, ni dolor, ni odio, ni por tanto alegría o amor. No hay sentimientos.

Ambas historias son atractivas, tienen ritmo, una buena trama,... pero como en todo libro de Murakami que se precie, el nexo de unión es complejísimo. Sigo pensando que este señor visualiza los finales de sus libros tras haber tomado algún tipo de estupefaciente, porque no es demasiado normal.

A pesar de ese final, un tanto surreal (y que queda un poco abierto, con lo que tienes que rellenar tú mismo los huecos en blanco) el libro me ha gustado muchísimo y se lee muy bien.

En breve le llegará su turno a de qué hablo cuando hablo de correr que tan amablemente me han enviado desde priceminister. Sin embargo no sé si atreverme con la crónica del pájaro que da cuerda al mundo porque me da la sensación de que las tramas son muy similares...

Nota final: 8/10 (cada vez soy más generosa a medida que pasa el año...)

lunes, 14 de marzo de 2011

8. El padre de un asesino


O donde se demuestra que los libros que te compras por 1€ pueden ser un grandísimo acierto.

Efectivamente, bajas a la librería de abajo, hay unas mesas con libros fuera, un cartel naranja fluoescente con el símbolo "1€" grabado a fuego y, claro, has de rebuscar.

Y tropiezas con este librito, que tiene un título sugerente. Le das la vuelta, lees el resumencillo y descubres que trata sobre la vida del padre de Heinrich Himmler, que resulta que era director de colegio (de lo cual no tenías ni idea, desde luego) y parece que el tema es interesante, como que se proponen situaciones escolares en las que se empieza a ver el ambiente revuelto anterior al comienzo de la II Guerra Mundial... Y sólo cuesta 1€. Y como no pinta mal, te lo compras.

Y como tiene el tamaño justo para caer en el lado de la balda por la zona donde estás leyendo, le toca el turno rápidamente. Y como es finito y la letra grande, lo lees rápidamente. Y te gusta. Vaya que sí.

Bueno, saliendo de esta dinámica de "ys", el libro propone la típica situación en la que, estando en clase de una asignatura que te disgusta especialmente y de la que no sabes nada de nada, aparece la típica visita sorpresa, en este caso del director, ante el que hay que lucir los conocimientos adquiridos.

El relato está narrado en primera persona y me he sentido bastante identificada con el prota, porque es de los que tiene mucha vida mental interior. Como yo. Que veía las jugadas a balón parado "y ahora hará esto y luego lo otro y que no me mire a mi que-no-me-mire".

Cuando en la contraportada ya te avisa de que el dire es el padre de, ni más ni menos, Himmler, ya te haces un mapa mental bastante claro, apoyado en el clásico "de tal palo, tal astilla". Así que me imagino la presión mental y el acongoje que tiene que suponer estar bajo su lupa.

Como os podréis imaginar el candidato seleccionado para salir a la pizarra es el propio narrador y todo el libro es una transcripción de lo que siente ese chico a lo largo de esa larguísima hora de griego.

Me ha encantado la frescura con la que está escrito, lo creíble que es el pensamiento del chaval (no dejemos de lado que la historia es real y que le ocurrió al autor en primera persona, así que lo que tiene es una memoria soberbia, o una marca muy profunda de aquel hecho) y lo breve. Hace honor a lo bueno si breve...

Nota: 10/10

7. Crónicas italianas (primer intento fallido)


CRÓNICAS ITALIANAS. TERENCI MOIX

Vaya, una piedra en el camino (me enseñó que mi destino...).
Tropiezo y gordo. Insalvable.

Me encanta Moix. Me en-can-ta.
Me encanta el arte. Me en-can-ta.

Por eso pensé que si compraba un libro de Moix en el que hablara de su experiencia vital en Italia, no una novela, sino algo más introspectivo y con crítica artística, sumando dos más dos, me iba a salir cuatro, o sea, que me en-can-ta-ra.

Pues vaya chasco.

El cultérrimo Moix se libera aquí de todo su aura pop-petarda-glamurosa y se vuelca en la disertación filosófico-artística-vivencial en la que se ve cómo respira y transpira arte e inspiración en los años de juventud que pasó en Italia.

Creo que mi paladar no está hecho para nada tan instructivo ni ilustrativo. Yo soy más simple que todo eso.

Supongo que será por ello por lo que no he podido disfrutar del libro ni tener ganas para pasar otro capítulo más.

Odio leer por obligación moral. Y pase cuando es el final de un libro (que te lo terminas porque no te dejas dejarlo), pero si desde el principio te está resultando un dolor, no lo hagas. Regálaselo a otro que lo aprecie más.

Así que creo que lo voy a dar en adopción, de hecho tengo ya bastante claro quién puede ser el nuevo papá de la criatura. Una persona con más paladar y sensibilidad que la mía, que haberlas, hailas.

6. The father of forensics




Cómo me ha costado acabarme este libro. Mare, mare...

Y la cosa es, 1, que no está mal y 2, que tampoco es que tenga muchas páginas, pero oyes, que no avanzaba y no avanzaba.

Es uno de esos tomos que tenía en barbecho desde hace tiempo, vaya, que me lo traje de Pennsylvania hace dos añitos y lo miraba con ojos de quiero y no quiero, porque en mi vena forense total (es lo que tiene irte allí a hacer ese tipo de cursos) cuando te tropiezas con dos libros que uno es el del padre de las nuevas ciencias forenses y otro el de los pioneros en la escuela americana en hacer trabajos modernos, pues los compras. De cabeza.

Y empecé por el segundo, el malhadado Bodies we have buried, que no me gustó nada, de nada, de nada. Como el prólogo de éste lo hacían los mismos autores, le cogí ojeriza directa, así que el señor Spilsbury ha estado esperando pacientemente (sentado en una silla, como en la foto de la portada) a que llegara su turno.

Y le llegó porque empleo el famoso sistema de turno de lectura denominado "empieza a leer los libros de tu balda de izquierda a derecha" y como era más alto que la mayoría de sus amiguitos, le llegó la vez pronto.

Me ha gustado bastante en términos relativos. Es decir, está genial porque te narra los casos más punteros de principios de siglo pasado en Inglaterra, que son como un capítulo de CSI pero en rústico y cómo éste señor empezó muy joven a interesarse por el sistema, entorno y ambientes que rodeaban a la realización del crimen.

Abrió mentes, abrió puertas y cambió la metodología de investigación de la policía tradicional. Todo eso fueron puntos a su favor. Pero a la vez era un sieso, que sólo vivía para su trabajo, que se relacionaba mal y poco con la gente y que no se molestó en transmitir su saber ni su buen hacer a las nuevas generaciones. He ahí mi crítica no velada hacia su persona.

Mi crítica también abierta al autor, es que se pasa de admirador, es un fans en plural. Y cuando eres fan, no eres objetivo (véase el caso de Antonio Lobato y Fernando Alonso). Mr Spilsbury estaba bastante acostumbradito a esperar que su opinión fuera a misa; y durante muchos años realmente fue así; pero llegó un momento en el que no fue el único en dominar la materia. Sus opiniones se empezaron a cuestionar y las dudas, que anteriormente eran tapadas (con él el "in dubio pro reo" era prácticamente inexistente) empiezan a afluir. Y no se lo toma nada bien. Pues el autor le defiende a capa y espada y no es así siempre. Vale que sea el prota, pero la gente pasa momentos buenos y malos y tiene opiniones equivocadas por muy experto que seas.

Total, que se me ha hecho un poco largo y además había ciertos términos científicos muy específicos que se me han hecho duros de roer.

Pero, si te gusta CSI (como a mi), las novelas de Conan Doyle y Christie (como a mi) y tienes un cierto interés en el tema, el libro es bastante ilustrativo. Y no es una novela. O sea que sigo cumpliendo mi objetivo. No voy mal, no voy mal...

Nota: 6/10

¡Ah! Y el marcapáginas, que en esta ocasión le viene al pelo: una pequeña etiqueta de alguna prenda de ropa de mi añorado Mercyhurst College, ese lugar donde hice mis cursos de Forensic Archaeology.

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